miércoles, 6 de abril de 2016

Cupido matinal (cuento)

Nueva propuesta de Buatales , y es ocasión para agregar otro cuento en el blog.
El Buatales de este mes propone como idea inspiradora: El Cambio.
Permitiendo la libre interpretación del concepto que abarca un cambio.
Me gusta pensar , y sé que la ciencia me ampara, que las pequeñas decisiones son las culpables de las grandes transformaciones; porque no hay casualidades sino causalidades justamente provocadas por cambios (tanto voluntarios como inesperados) que surgen para modificar un destino que ingenuamente creemos controlar.




Cupido Matinal
  

Lorenzo Lucarini, hombre de irreprochables costumbres y codiciado soltero, se dirigía aquella mañana a la casa de su futura prometida. Sentía que había llegado el momento de formar una familia. Nunca quiso apresurar semejante empresa, pero ahora  estaba seguro de que podía compartir sus logros con una compañera. Como era muy inteligente y práctico había tomado la decisión de descartar los rituales del cortejo y dejarse guiar por su corazón. Si ella era la indicada, inmediatamente le pediría matrimonio.
 Poseía como regla: confiar en su instinto y obrar en consecuencia. Nunca dejaba pasar una buena oportunidad permitiendo que las dudas o sospechas lo hicieran titubear de su accionar; esta forma de actuar lo había hecho prosperar en los negocios. La misma regla aplicaba en su vida amorosa, y gracias a ello, se había librado de algunas damiselas cazafortunas.

La candidata era, nada más ni nada menos, que la señorita Gonzáles Peralta. No tenía el placer de conocerla personalmente, a pesar de eso, estaba enterado de algunos importantes detalles:
Siendo la hija mayor de los Gonzáles Peralta, no necesitaba un lugar en la sociedad; su familia gozaba de un buen pasar económico y contaba con la alcurnia necesaria para no ir detrás de un matrimonio por conveniencia, y según palabras de su madre, anhelaba hallar un esposo con clase que supiese valorarla.
Sin embargo, a oídos de Lorenzo habían llegado varios chismes que tildaban a la bonita dama de caprichosa e insoportable. Su belleza era proporcional a su mal humor, se comentaba en las reuniones de caballeros; obviamente rumores de envidiosos o despechados.
Él solamente conocía a sus progenitores, personas muy simpáticas y amables, que adoraría tener como suegros. Por esto, con entusiasmo y tranquilidad, tocó el timbre de la casa de los Gonzáles Peralta.

 Abrió la puerta la portadora de la sonrisa más adorable, le dio los buenos días, y recibió el ramo de rosas blancas que Lorenzo le ofreció mediante una pequeña reverencia. Era tan hermosa como le habían dicho; hasta quizás más de lo que esperaba. Poseía una mirada resplandeciente y sostenía con tal ternura el ramo, como si nunca le hubiesen regalado flores. Lorenzo quedó cautivado ante el aspecto angelical de la señorita Gónzales Peralta.
Lo condujo a un saloncito decorado en tonos de beige, donde se había ubicado en el centro una fina mesa de caoba con forma circular rodeada por cuatro sillas tapizadas con flores estilo rococó.
La damita se retiró por unos segundos y regresó trayendo una taza de té y una bandeja con masitas dulces. Lorenzo, siendo todo un caballero, corrió una de las sillas invitándola a sentarse a su lado. Pareció dudar, seguramente por encontrarse sola en la casa, pero el aire embelesado del visitante no la perturbó. Mientras servía en sendas tazas la aromática tisana inició la plática:

-¡Qué mañana tan bonita!- exclamó, para romper la tensión entre ambos.

- Para quién tiene la dicha de disfrutar de una compañía tan grata como la suya, todas las mañanas son bellas.

El piropo hizo un efecto inmediato en la joven que bajó la mirada ruborizándose. La conversación comenzó a dilatarse de la forma más relajada. Saltaban de un tema a otro sin detenerse en nada especial. Ella mostraba delicadas cualidades como anfitriona, y poseía la gracia y el ingenio necesario para evitar que la conversación resultara tediosa. Lejos estaba la imagen que le daban los maliciosos chismes de mujer petulante o egocéntrica.
La atracción entre ambos crecía a cada minuto. Una corriente de simpatía mutua y espontánea los unía. Y Lorenzo empezaba a conocer el significado de la palabra felicidad. Para el mediodía Lorenzo estaba enamorado.
¡Estaba perdidamente enamorado de ella!
¿Necesitaba tiempo para conocerla mejor? Tendría toda una vida para eso.

Se levantó de la silla, puso una rodilla en el suelo y tomó la mano de la sorprendida jovencita.
Y con toda calidez  y sinceridad se expresó de esta manera:

- ¿Cree usted en el amor a primera vista? Yo sí. No creo que el corazón pueda ser engañado, ni que se deba hacer caso a la prudencia, cuando todas las señales de la felicidad están frente a uno. Eres la mujer que estuve esperando y si me lo permites desearía convertirte en mi esposa.

- ¡Claro que acepto!- respondió ella emocionada.

El cuchicheo de un trío de voces femeninas interrumpió el romántico instante del beso. La señora Gonzáles Peralta, al igual que las otras dos mujeres, no pudieron evitar la cara de estupor ante la dulce escena que se desarrollaba en el pequeño salón.
Lorenzo Lucarini sujetando la mano de su prometida anunció:

- Señora, puede hacer ahora mismo una lista de invitados a la boda. Nos casamos en una semana.

- ¡¿Se va a casar con nuestra mucama?!

La señora Gonzáles Peralta no podía creerlo. Tendría que buscar, nuevamente, otro candidato para desposar a su hija.

Lorenzo Lucarini era un hombre muy inteligente...y muy afortunado.



  

FIN



 Autor: Adriana Cloudy 
Argentina 2016




3 comentarios:

Ramiro Moretta dijo...

¿Me permite un accionar ortográfico malvado a propósito? Arrrrrmoso.

Adriana Cloudy dijo...

hahahaha gracias Ramiro

Nahir. dijo...

Hola, por fin tengo tiempo para leer los Buatales de este mes y empezamos bien jajaja. Me encanto tu historia, me imagine todo colonial y muy lindo. Una muy bonita historia de amor.